Todos corrieron y se embarcaron en lanchas para ir, hasta una montaña muy alta. Sólo el Amor no lo hizo, él quería estar un poco más en la isla.
Vio pasar a la Riqueza y le dijo: “Riqueza ¡me llevas contigo?: y la riqueza le dijo: “No puedo, mi lancha está llena de oro y plata y tú no vas a caber”.
Pasó entonces la Vanidad y el Amor le pidió:
“Vanidad ¡me llevas contigo?” ; y la vanidad le dijo. “No puedo, porque vas a ensuciar mi lancha nueva”.
Pasó entonces la Tristeza, y le dijo: “Tristeza ¡puedo ir contigo?”; y la tristeza le dijo:”Oh amor, estoy tan triste que prefiero ir solita”.
Luego pasó la Alegría, mas la alegría estaba tan alegre que no vio al Amor.
Ya desesperado al saber que moriría ahogado; el Amor comenzó a llorar. Pasó entonces un barquito y le dijeron: “¡Sube Amor, yo te llevo!”. Y el Amor subió.
Estando ya en la parte alta de la montaña, el Amor le preguntó a la Sabiduría: “Sabiduría, ¡Quién era el del barquito que me trajo hasta aquí?
Y la Sabiduría le dijo: El Tiempo.
El Amor le replicó: ¿El tiempo?; pero ¡por qué sólo el Tiempo me quiso traer?.
Y la Sabiduría le contestó: “Porque sólo el tiempo es capaz de ayudar a entender a un gran amor”.

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